Este fenomeno se debe a que parte de la radiación solar atraviesa directamente la atmósfera para calentar la superficie de la Tierra. La tierra, a su vez, “reenvía” esta energía al espacio como radiación infrarroja de longitud de onda larga. El vapor de agua, el dióxido de carbono y otros gases que absorben esta radiación de la tierra, impiden que esta energía pase directamente de la superficie de la tierra hacia el espacio, y así calientan la atmósfera.
El aumento de los niveles atmosféricos de gases de efecto invernadero se puede comparar con la instalación de un doble cristal: si los aportes de la radiación solar en el interior del invernadero se mantuvieron constantes, la temperatura aumentará. El vapor de agua y las nubes que atrapan el calor contribuyen al efecto invernadero.
Los gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana son:
* Dióxido de carbono (CO2)
* Metano (CH4)
* Óxido nitroso (o N20)
Los clorofluorocarbonos (CFC), que también tienen el efecto de empobrecer la capa de ozono, también contribuyen al efecto invernadero. Además, hay que añadir a los gases precursores del ozono troposférico: compuestos orgánicos volátiles (COV), óxidos de nitrógeno (NOX) y monóxido de carbono (CO).
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en 1995 ya había confirmado la opinión de la mayoría de los científicos en las que se decía que las concentraciones de las emisiones de gases de efecto invernadero están aumentando como resultado de actividades humanas.
Los modelos utilizados por los climatólogos predicen un aumento de la temperatura media global de 2°C entre 1990 y 2100 en el caso de existir una duplicación de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Si no se hace nada para limitar el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el calentamiento global será mucho mayor de lo esperado. El estudio de los climas del pasado, o “paleoclimatología” muestra que una variación de apenas unos pocos grados en la temperatura media de la Tierra es capaz de transformar, en profundidad, la fisonomía de nuestro planeta.