En las células del cuerpo humano funciona un elegante sistema de "corte y confección" de proteínas. Se conocía ya a los genes que operan como "costureras" en ese sistema.
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El hallazgo fue realizado por el biólogo molecular Alberto Kornblihtt y por Mariano Alló, investigador y becario del Conicet respectivamente, que trabajan en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Se trata de una investigación básica de tanta relevancia que su publicación fue adelantada en la versión on line de la revista especializada Nature Structure & Molecular Biology, de Inglaterra.
Tradicionalmente se pensaba que cada gen -formado por el famoso ADN- era capaz de fabricar sólo una proteína. En los años 80, se descubrió que cada uno de los genes puede hacer más: el 70 % de ellos puede fabricar más de una proteína. "Esto aumenta la capacidad informativa de los genes y explica la diferencia en complejidad biológica que tenemos respecto de otras especies", señala Kornblihtt.
Después se encontró el mecanismo por el cual un gen fabrica más de una proteína. Este sistema de corte y confección funciona así: cada gen se copia y fabrica un ácido ribonucleico (ARN) mensajero inmaduro. En el núcleo de las células, el ARN inmaduro es cortado y empalmado. Como resultado, ese ARN maduro es más corto que su precursor. En este proceso existe la posibilidad de que un mismo ARN inmaduro dé lugar a varios ARN maduros diferentes, según la forma en que los fragmentos se empalmen. Luego, el ARN maduro viaja dentro de la célula hacia el lugar donde será decodificado para formar la proteína.
En este punto, entró a jugar el equipo de Kornblitth y Alló: descubrió que hay un mecanismo que regula esos empalmes que dan lugar a las proteínas. Los encargados de controlar esos procesos se llaman ARN pequeños. ¿Cómo lo demostraron? Inyectaron ARN pequeños (que habían sintetizado) a células humanas en el laboratorio, y observaron que se unieron a los genes que buscaban sin modificar su información, aunque sí realizaron modificaciones que finalmente terminaron en empalmes y proteínas distintas.
Según Kornblihtt, "el hallazgo sirve para elaborar herramientas que permitan controlar mejor el desarrollo del cáncer y otras enfermedades como la distrofia miotónica, la atrofia muscular espinal, y la demencia fronto-temporal, entre otras menos conocidas".