La existencia de períodos glaciales (glaciaciones) fue sugerida por primera vez en 1837 por el biólogo suizo-norteamericano Louis Agassiz. Obtuvo datos geológicos que indicaban que las glaciaciones de los Alpes se habían expandido en el pasado a las tierras bajas que los circundaban. Esto lo llevó a sugerir que, en un tiempo geológico no muy lejano, el clima habría sido mucho más frío que el actual.
Ha habido al menos cuatro grandes edades glaciales en el pasado. La glaciación actual empezó hace cuarenta millones de años con la expansión de una capa de hielo en la Antártida. Se intensificó a finales del Plioceno, hace tres millones de años, con la extensión de capas de hielo en el hemisferio norte, y continuó durante el Pleistoceno. Desde entonces, el mundo ha pasado ciclos de glaciación con el adelanto y retroceso de las capas de hielo durante miles de años. El periodo glacial más reciente en sentido amplio acabó hace unos diez mil años, por lo que, dependiendo del autor documentado, podríamos aseverar que nos situamos en un periodo interglacial.
Dentro de las edades glaciales (o al menos dentro de la última), hay periodos más templados y más severos. Los más fríos se denominan "periodos glaciales", y los más cálidos,"interglaciares".
Los glaciales se caracterizan por climas más fríos y secos en gran parte de la tierra, así como por grandes masas de hielo que se extienden desde los polos por tierra y mar. Los glaciares de las montañas llegan a altitudes más bajas a causa de una cota de nieve menor. El nivel del mar baja debido al agua atrapada al hielo. Hay pruebas que las glaciaciones distorsionan los patrones de circulación oceánica. Como que la Tierra tiene grandes zonas heladas en el Ártico y la Antártida, nos encontramos en un mínimo glacial. Estos periodos se denominan "interglaciares". El interglaciar actual recibe el nombre de Holoceno.
Entre las décadas de 1920 y 1930, el astrónomo yugoslavo Milutin Milankovitch calculó las variaciones en la cantidad de radiación solar que recibe la Tierra debidas a cambios en los movimientos de traslación y de rotación del planeta, y propuso un mecanismo astronómico para explicar los ciclos glaciales basado en tres factores.
El primer factor es la inclinación del eje de rotación terrestre. Al aumentar su ángulo, las estaciones resultan más extremas en ambos hemisferios (veranos más cálidos e inviernos más fríos).
Actualmente, el eje de la Tierra está desviado 23,44 grados con respecto a la vertical; esta desviación fluctúa entre 22,1° y 24,5° grados a lo largo de un periodo de 41.000 años.
Un segundo factor que acentúa las variaciones entre las estaciones es la forma de la órbita terrestre.
Con un período de, aproximadamente, 100.000 años, la órbita se alarga y acorta, lo que provoca que su elipse sea más excéntrica y luego retorne a una forma más circular.
La excentricidad de la órbita terrestre varía desde el 0,5%, correspondiente a una órbita prácticamente circular; al 6% en su máxima elongación.
Cuando se alcanza la excentricidad máxima, se intensifican las estaciones en un hemisferio y se moderan en el otro.
El tercer factor es la precesión o bamboleo del eje de rotación de la Tierra, que describe una circunferencia completa, aproximadamente, cada 23.000 años. La precesión determina si el verano en un hemisferio dado cae en un punto de la órbita cercano o lejano al Sol.
El resultado de esto es el refuerzo de las estaciones, cuando la máxima inclinación del eje terrestre coincide con la máxima distancia al Sol. Cuando esos dos factores tienen el mismo efecto en uno de los hemisferios, se tienen efectos contrarios entre si en el hemisferio opuesto.
Milankovitch, además, incorporó una idea del climatólogo alemán Wladimir Köppen en la teoría astronómica. Esta fue la sugerencia de que la causa inmediata de una glaciación se debe a la reducción de la irradiación solar en verano, con la consiguiente disminución de la fusión de los hielos formados en el invierno, y no a una sucesión de inviernos rigurosos, como pensaba Croll.
Aunque todavía existen muchas dudas sobre si es la razón principal de las diferentes glaciaciones, los ciclos de la teoría de Milankovitch fueron confirmados, experimentalmente, por Cesare Emiliani en la década de 1960.
Este investigador utilizó el oxígeno presente en el carbonato de calcio de los caparazones de microfósiles del fondo oceánico para calcular las temperaturas del último millón de años de la vida de la Tierra, midiendo la abundancia de los distintos isótopos del oxigeno
Ciclos de actividad solar
En dos publicaciones aparecidas en 1887 y 1889, el astrónomo alemán Gustav Spoerer llamó la atención sobre un período de 70 años, que finalizó aproximadamente en 1716, en el cual hubo una interrupción de los ciclos de manchas solares.
En 1894, Walter Maunder, superintendente de la División Solar del Observatorio Real de Greenwich, realizó una paciente búsqueda de antiguos registros astronómicos que le permitieron confirmar la conclusión a la que había llegado Spoerer. En reconocimiento al esfuerzo que realizó Maunder durante toda su vida por establecer la realidad del período de déficit de manchas solares, a éste se lo conoce actualmente como el Mínimo de Maunder. Se estima que durante este período, conocido también como la Pequeña Edad de Hielo, las temperaturas eran unos 0,5 grados menores que el promedio en los últimos tres siglos.
Las variaciones climáticas están determinadas, además de por factores astronómicos, por fluctuaciones de la concentración en el aire de gases responsables del efecto invernadero, la actividad volcánica, cambios en las corrientes oceánicas y en la configuración de los continentes.
La última glaciación
Comenzó hace unos 100.000 años y alcanzó su máximo hace 18.000 años, para retroceder 8.000 años después. Durante ese período las grandes masas de hielo llegaron a tener un grosor de 3.500 a 4.000 metros, cubriendo un tercio de las tierras emergidas, lo que supuso 3 veces más de su extensión actual.
Se dio simultáneamente en los dos hemisferios, aunque las mayores extensiones las alcanzó en el Hemisferio Norte: En Europa el hielo avanzó hasta cubrir casi toda la isla de Gran Bretaña, norte de Alemania y Polonia, y en Norteamérica, el manto de hielo que bajaba del Polo Norte, sepultó todo Canadá y alcanzó hasta más al sur de los actuales lagos estadounidenses que, como los patagónicos y los alpinos, se formaron sobre las hondonadas que dejaron libres las masas glaciares que acababan de retirarse.
El nivel del mar bajó entonces 120m, resultando de ello grandes extensiones hoy cubiertas por las aguas marinas, eran entonces tierra firme, dato a tener muy en cuenta cuando se piensa en las grandes migraciones humanas y animales que signaron aquellas épocas. Gracias a ello se pudo pasar a pie desde Siberia hasta Alaska -comenzando así el poblamiento americano- y de Europa a Inglaterra, entre otros ejemplos.
Las grandes masas de hielo llegaron a tener un grosor de 3.500 a 4.000 metros, cubriendo un tercio de las tierras emergidas.
En el apogeo de la glaciación, la disminución de la temperatura media varió ostensiblemente en diferentes lugares del globo: diez grados menos en Alaska, seis en Inglaterra, dos en los Trópicos, y prácticamente sin variación en el Ecuador. Se ha calculado que si los glaciares se derritieran hoy, el nivel del mar subiría entre 60 y 70 metros inundando enormes extensiones de terrenos costeros y varias de las principales ciudades del mundo.
Los avances y retiradas de los hielos, estando en relación con los sucesivos enfriamientos de la tierra, se vio entonces en la glaciología como una herramienta para descubrir el clima de la tierra en épocas pasadas y en diferentes lugares del globo, herramienta que hoy siguen utilizando los científicos que estudian los casquetes polares de la Antártida y Groenlandia en el afán de develar el pasado climático del planeta. Estudios hechos al final del siglo pasado en Norteamérica y Europa, escenarios de las grandes glaciaciones del Pleistoceno, dieron idénticas edades para las grandes glaciaciones de esta era geológica que comprende aproximadamente los últimos 2 millones de años.